Leo “Charangas” en la Ciudad Pixelada de Sergio del Molino. Me alegra y me tranquiliza. Ya no soy rara . Que una voz más resonante y célebre que la mía, denuncie esa matraca, ese tachín, tachím que todos los viernes nos tortura a los que estamos en casa, si vivimos en el centro, y a los que salimos a la calle, simplemente a pasear sin rumbo , tomar un café, hacer compras, cenar, y a veces, sin otro objetivo que deleitarnos sin prisa con el brillo de las cosas, me reconcilia conmigo misma.
En más de una ocasión me esfuerzo en disimular lo fastidioso que me resulta verme envuelta, sin buscarlo, en ese torbellino bullanguero, ruidoso y destemplado . Ni tiquismiquis, ni remilgada, ni exquisita. Nada de eso. Más de uno encontrará extraño, sin sustancia y hasta causa de mofa lo que para mí es divertido, sólo que yo comparto mis fiestas con los que sé que disfrutan con ellas. Así pues, como Sergio del Molino, reivindico con urgencia un «chanodromo». Que celebren como gusten bodas, bautizos, comuniones y divorcios. Que toreen la vaca, que los atropelle el carro del “helao”, y que saboreen a todo trapo el chocolate de Paquito. Pero, por favor, que no nos alcancen sus gritos, sus megáfonos ni su musiquetas.