Bien sabe la Virgen del Parlatorio que en la mayoría de las ocasiones hablo de lo que no quiero hablar y digo lo que no quiero decir. Y esta vez no iba a ser distinto. Una no cambia así como así.
El Cierzo me tiene hasta el rabo de la boina. Ya esta dicho. No aguanto más, estoy enfurecida y a veces creo que voy a volverme loca. Sopla sin piedad, ni descanso desde el pasado mes de Agosto. Habrá quien lo niegue, y piense que exagero, pero es que no me cabe la menor duda, porque justo, el día ocho me puse la permanente. Recuerdo con claridad cuando camino de casa me encontré con mi amigo Manuel, el de los malabares, y no me reconoció. Yo, únicamente era un montón de greñas tapando mi cara. Cuando le saludé me dijo: ¡Uy! creí que eras un escobizo andante. Estuve por volver a la peluquería y decirle a Gustavo que me rapara la cabeza al cero. Un elemento menos con el que cebarse el maldito viendo.
La semana pasada, ya fue lo más de lo más, la gota que colmó el vaso de mi desesperación, que lo de la gota… es un decir, porque aquí no cae ni una desde aquello que cuentan del Diluvio. Si estará poco familiarizada esta tierra con la lluvia, que pides un paraguas, y piensan que es un animal de compañía. Que somos como somos, porque los dioses no nos bendicen con sutilezas, sólo el viento que todo lo azota y sol que todo lo abrasa. http://youtu.be/qgOVPEVGtMo
Pues eso, a lo que iba, que me pierdo yo sola: el jueves, al salir de yoga, relajada, con los chakras en su sitio, las energías en equilibrio, el cuerpo en armonía con el universo, acunándome en mi nirvana, flotando, ligera igual que una pluma, de repente una ráfaga de viento huracanado me empujó sin ningún miramiento, y me lanzó dentro de un socavón de cinco metros de profundidad, la zona está llena de vallas, zanjas, alambradas, y pivotes. Ya me he descalabrado todos los huesos, pensé, pero no, caí de pie, como los gatos. Aturdida trate de asumir aquel ridículo, no sé ni cómo aguante el tipo, trágica y cómica me sentí, tanto que llegué a pensar que hasta la Diosa de la comedia, si hubiera estado atenta, se habría puesto a llorar .
Todos sabemos, que nadie va a perderse la ocasión de fisgonear ante un acontecimiento tan inusitado, así que los que estaban allí, más los que fueron llegando se peleaban por disfrutar del espectáculo en primera línea. Unos y otros olvidaron hacia dónde se dirigían, y pasaron a discutir sus mejores ideas acerca de cómo sacarme de aquel agujero. No tenían prisa. Juro que deseaba que me dejaran en paz. No soportaba tanta palabrería y tantas ideas, como serpentinas, colgando.
Así pues, decidí aprovechar el tiempo, olvidar a los mirones, y mientras esperaba me propuse retejer la armonía y la serenidad, tan necesarias para mi y que en ese instante las tenía hechas jirones: Comencé con pranayama, seguí con el saludo al sol, la cobra, y otras posturas que sobre la marcha fui improvisando, para acabar en posición de loto entonando el Ommmmmmmmm. Cuando llegaron los bomberos estaba completamente dormida, ajena a todo lo que me rodeaba, me despertaron, extendieron una escalera articulada y comencé a subir con desgana, porque al menos abajo no llegaban los sonidos del Apocalipsis y además estaba al abrigo de Cierzo.