Pues no va el otro día y nos dice el profe del taller ,«Bebiendoamorro», que cometamos asesinatos retorcidos, bien trabados, sin miedo y que nos pongamos de sangre hasta las trancas. Que ya está harto de nuestros escritos de caramelo, tan pegajosos y azucarados que hasta la lengua se atasca cuando se leen. Y aún añadió más: vosotros seguir así que en cualquier momento nos ahogamos todos en almíbar ¡indigentes lingüísticos!. Él se quedo tan ancho, pero yo me quede tan de piedra como la Pardina de mi pueblo. Ahora bien, que no cuente conmigo porque no voy a hacerle ni caso. Qué pereza , justo en estas fechas que estoy de bajón y que no me sale ni matar una mosca. Mira, no lo voy a negar, lo propone en otra circunstancia y degüello al primero que se me cruza. Digo el primero, e igualmente podría decir a la primera para que no se me tilde de feminista radical. Pero ahora ,justo ahora que llega la primavera, que según el dicho la habichuela altera, que tengo un montón de frentes abiertos y que no me equilibro ni que me claven con un compás. Ni de coña, vamos, que no me entretengo en cumplir los antojos del Zaca. Allá él con sus caprichos estacionales, yo a lo mío, que si bien se calibra no se aleja tanto de sus ocurrencias, porque si se trata de meter un tajo, tengo más faena con este cuerpo serrano que se desgobierna por todos los flancos, que el PP con lo suyo. Sólo de pensar el planchado, el almidonado y el retocado al que debiera someterlo me desbarato toda. Fíjate si me desbarato, que a veces pienso que entre el código de barras, las patas de gallo, los jarretes de cabra y muslos de pollo tengo media infraestructura para montar un hiper. En fin, leído lo leído, cualquiera entenderá que no es tiempo de distracciones, que se pasa de la lana al lino en un suspiro y que una no está para quitarse el tapatodo, así, de cuajo. De modo, que el Zaca espere sentado. Mi plan, hoy por hoy, no coincide con el suyo. Yo ahora a centrarme con disciplina trapense en lo que importa: poner la figura a punto, estirar lo que haya que estirar y, bien descarada, cuando lleguen los caloretes salir a la calle paseándome a cuerpo.