Yo persigo un fósforo, un chispazo
que no encuentra mi tino,
bóveda de pentágono
que busca ser rubí, zafiro;
se anuncia como un blues
que en mi lámpara se posa
al abrigo impotente de la Deidad Jocosa.
Adorna versátiles palomas
el blanco peregrino;
los atlas me han predicho
la visita de la música;
y en mi almenar reposa la lumbre
como reposa el pájaro de la aurora
sobre el avellano tranquilo.
Y no hallo sino la palanca que huye,
la iniciación miedosa que de la floresta fluye
y la bandolera del azar que en el espejo boga;
y bajo la ventura de mi Ariadna Dormida
el soliloquio incesante del arroyo de la vera
y el canto de la suave cítara que me interroga.
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