Lo de perder dinero dedicándose a la política no es nada nuevo, vean sino qué le pasó, según nos cuenta Ángel Hernández Mostajo, al pobre Sebas cuando fue alcalde del pueblo. El relato comienza así:
Ocurrió en mi pueblo hace muchos años. Resulta que un vecino, el Julián, se enteró, nadie sabe cómo, de que el alcalde, el Sebas, cobraba más que los consejeros de la autonomía, así que le faltó el tiempo para charrarlo a todo dios. Al día siguiente, cuando el Sebas fue al bar de la Cecilia a tomar su carajillo de anís de la mañana, pues claro, todo el mundo la preguntó que cómo podía ser eso si en el pueblo éramos ciento veinte personas a más tirar. Y el Sebas, ni corto ni perezoso, le cascó que a dónde iban a comparar lo que trabajaba él con lo trabajaban los otros, que él se deslomaba día y noche con el montón de problemas que lo llevaban loco y que perdía dinero si se comparaba con lo que ganaba cuando tenía el puesto de melones en la plaza y trabajando menos. Así quedó la cosa. Pero de repente el Pascual, el de la Matilde, que llevaba un rato calladico y mirando fijo al suelo, se dejo caer «Oye, Sebas, por qué no te vuelves a lo de los melones y me dejas a mí que me vuelva loco con los probelmas por la mitad de lo que ganas tú». El carajillo se le atragantó al Sebas y se marchó sin contestar porque se acordó de que tenía que decirle algo urgente a su yerno al alguacil. Desde entonces, los de los pueblos de alrededor se ríen de nosotros con el dicho «entre alcalde y melonero, gana menos el primero».
Ángel Hernández Mostajo.